Corazón, mar tempestuoso
“Mientras usted está en mi vida -todo vive. Es una vida condicionada. Una vida con una condición. Pero usted eso lo toma como una retirada: 'se divierte…lo pasa bien...'.”escribía en la carta X, Marina Tsvietáieva a su amante Konstantín Rodzévich.
Se habían visto por primera vez en el año 1923. El mismo año en que significado y significante de amor cambiaron para siempre en la vida de la poeta rusa.
“(…) Solo le pido un favor: ¡ame mis versos! ¡No me
deje sola con mis versos! Cuestióneme, reafirme su dominio también en esto.”
Amar, ahora, era sentir en el cuerpo el deseo y la presencia de (un) otro.
Dejaba atrás esos amores ideales, los “idilios cerebrales”.
Ahora sí.
Ahora el deseo serpenteaba por su cuerpo como un poema
de Safo abriéndole los ojos y soltando su pluma, “tenga también en cuenta que estoy sufriendo muchísimo
y no puedo esperar. Y también, que en toda mi vida le he escrito a nadie cartas
semejantes.”
7
Mis pensamientos vuelan
hacia un tesoro perdido,
lejano;
paso a paso, amapola a
amapola,
decapité el jardín.
Así, un día de un seco
verano,
al borde de un campo,
con mano distraída,
la muerte segará una
cabeza, la mía.
Su corazón, siempre afuera.
“Mi madre y la música”
“Mi padre y su museo”
“Mi Pushkin”
Su corazón siempre estuvo afuera.
Pero en ella. Para ella.
La clave de su partitura era, es ella.
La clave que con un giro cerró su jaula.
El encierro de Marina Tsvetáieva.
Pero antes de eso, se vio.
A sí misma.
Y amó.
A otro.
“Como
poeta no necesito a nadie, (el genio vela por el poeta, ¡y eso no es un
cuento!) como mujer o sea, un ser confuso, necesito la voluntad, la voluntad
del otro hacia mí – la mejor.”
A ese otro
le escribió las XXXI (31) cartas que contiene “Cartas de amor a Konstantín
Rodzévich”; que son una delicia picante y aguda.
“Si el domingo no puede, venga el lunes. El martes ya
lo tengo ocupado.
Si estuviera en su lugar vendría el domingo.”
Son cartas del amor que sentía Marina Tsvetáieva día a
día, encuentro a encuentro.
De ese, un amor nuevo en un corazón viejo, tan dulce como
amargo.
“Y se oía el rumor de los árboles, la tarde avanzaba y nosotros caminábamos juntos.”
Por Manuela
Rímoli, creadora de La Liebre Dorada Libros.
CARTAS DE AMOR A KONSTANTÍN RODZÉVICH
De Marina Tsvietáieva.
Editorial Renacimiento.
€4


