Stravinski, Eurídice y Pasolini

Si el olvido es la noche, entonces bajo la almohada pondremos luciérnagas. Y si las luciérnagas no nos permiten dormir con su luz, entonces intentaremos recordar que una vez extinguidas ya no pueden regresar. Como Eurídice.

Cuando Orfeo regresó a casa sin ella la desolación fue total. La música era monótona y ni siquiera Stravinski lograba despertarlo. Pero ¿despertar a qué? No es estar dormido el estar sufriendo.

Acaso el abanico de emociones que los dioses poseían fueron en realidad un vil contagio de su contacto con los humanos. Y los humanos, siempre queriendo ser dioses, no se dieron cuenta que era mejor esperar dentro de la cajita de Pandora.

Mientras el café gira fundiéndose con el aroma, la luciérnaga decide volar por entre las flores de la mesa de noche. Se abre paso por entre las hojas de uno de los libros que allí insisten, existen. Avanza iluminando a su paso fonemas y así la luciérnaga aprende un nuevo idioma.

Al día siguiente, en uno de sus paseos vespertinos se topa con un hombre que tiene una rosa en la boca. Como ahora sabe hablar le pregunta:

 

¿Cuál es tu nombre?

Soy PPP. Adivina.

¿Poético, político y perro?

Bueno, no. Aunque sí, un poco de todo eso.

¿Qué quieres decir?

Quiero decir que la rosa que tengo en la boca me hiere con sus espinas, pero sólo puedo compartir el aroma de la sangre.

 

La luciérnaga se dio media vuelta y, a diferencia de Orfeo, no miró atrás. P. P. P permaneció inmóvil, mirándola desaparecer en el campo.

Bucólico, pensativo e irreverente escupió la rosa, que al caer en la tierra hizo brotar una plantación de poemas. Poemas políticos, poemas perros.



Por Manuela Rímoli Candi.

La pintura es un autorretrato de Pier Paolo Pasolini (1947)


 

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